miércoles, 26 de febrero de 2014

sábado, 22 de febrero de 2014

FISIOTERAPIA PREVENTIVA: Tu aliada frente a la osteoporosis


CUANDO PENSAMOS en prevenir la osteoporosis nos viene a la cabeza la idea de utilizar fármacos, complementos alimenticios…Pero para alejar de nuestras vidas esta enfermedad se necesita poner en marcha un conjunto de hábitos y tratamientos en los que intervienen diversos especialistas de la salud. El fisioterapeuta es uno de ellos.

Con el paso de los años el cuerpo refleja el natural proceso de enve­jecimiento de los tejidos. Dismi­nuyen ciertas capacidades físicas como la agilidad, la elasticidad de los músculos y las articulaciones, la fuerza muscular, el equilibrio…Todo ello hace que los movimien­tos corporales se realicen con ma­yor dificultad y que la capacidad de reacción ante un obstáculo o una situación que comprometa el equilibrio sea más lenta, propician­do el riesgo de caídas.

Los huesos también sufren este envejecimiento progresivo y, a par­tir de los 35 años, comienzan a per­der masa ósea y minerales como el calcio, que les aporta resistencia. Cuando la pérdida de tejido óseo es elevada nos encontramos ante la conocida osteoporosis, cuya conse­cuencia son unos huesos más frági­les y poco resistentes y que tendrán mayor riesgo de fracturarse ante un traumatismo.

TRATAMIENTO MULTIDISCIPLINAR

Sin duda, y así está demostrado, la mejor estrategia sanitaria para luchar contra problemas como la osteoporosis, la degeneración ósea y la disminución de la capacidad mo­tora y cognitiva asociada a la edad es mediante la actuación conjunta de varios profesionales de la salud.

Se hace necesaria, en la mayo­ría de los casos, la prescripción por parte del médico especialista de diferentes fármacos, así como suplementos de calcio y vitamina D, cambios en los hábitos de vida relacionados con la ingesta de al­cohol, cafeína, tabaco y actividad física.

Y es aquí, en la prevención, la mejora y el mantenimiento de la salud mediante el ejercicio donde la fisioterapia tiene un papel fun­damental.

UNA AYUDA ÚTIL

Cuando el médico prescribe ejer­cicio físico, todos pensamos en que lo más adecuado es salir a caminar o nadar, pero en la mayoría de los casos no es suficiente.

Principalmente, si existe un ries­go elevado de caídas, es impres­cindible el abordaje desde la fisio­terapia, elaborando un programa de acondicionamiento físico indi­vidualizado, adaptado a la persona y dirigido por un profesional.

Tras la valoración por parte del equipo de fisioterapia de las capa­cidades físicas de la persona como la fuerza muscular, la movilidad articular, el equilibrio, la marcha o la forma de caminar y la postura; además de los aspectos funcionales, es decir, lo que ésta puede y no puede hacer en su vida diaria, se pone en marcha el plan de trata­miento que tendrá los siguiente objetivos:

à Estimular la regeneración ósea, mediante la realización de ejerci­cios en los que se cargue el peso corporal en diferentes posiciones (de pie, sentado...)

à Fortalecer la musculatura, la re­sistencia y mejorar la movilidad en general, para ello se comienza con ejercicios libres y se aumenta poco a poco la resistencia con pesas, go­mas elásticas, bicicleta estática…

à Mejorar la coordinación y el equilibrio, incluyendo actividades que alternen movimientos de bra­zos y piernas en sentidos distintos, sumando después al ejercicio, por ejemplo, dar una palmada, tirar una pelota o cogerla… Se incrementa progresivamente el nivel de dificul­tad hasta que la persona sea capaz de realizar patrones de movimiento más complejos y que suponen un reto para mantener el equilibrio, como mantenerse a la pata coja, cerrando los ojos o sobre superficies inestables como un balón grande.

à Entrenamiento de la marcha y mejora de la postura, caminando en diferentes sentidos, esquivando obs­táculos, en terrenos inestables como colchonetas, de puntillas, subiendo y bajando escalones, etcétera.

AL MEJORAR LA FUERZA, MEJORA LA SEGURIDAD

El entrenamiento de estas cua­lidades físicas hace que la persona se sienta más segura de su cuerpo y que camine con más decisión en lugar de la marcha insegura de pa­sos cortos y arrastrando los pies, ca­racterística de las personas mayores, que favorece los tropiezos y caídas.

Al mejorar la fuerza muscular de las piernas, disminuye la dificultad de subir escaleras y rampas, aumen­tando la autonomía.

Este refuerzo de la musculatura, de la coordinación y del equilibrio, mejora la capacidad de reacción ante un situación imprevista o un obstáculo como un socavón en la acera o un frenazo del autobús, lo que disminuye el riesgo de caídas y de sufrir una fractura.

Más importante, aún si cabe, es que este entrenamiento es una forma de luchar contra el miedo a caerse que sufren muchas personas con antecedentes de caídas, y que limita su independencia diaria.